Si el primer día de un becario es decisivo, no podemos menospreciar la importancia de las sucesivas jornadas laborales. Con esto me refiero, no tanto a las tareas propiamente de trabajo, como a las de supervivencia pura y dura en las que cualquier persona becada podría ser Honoris Causa. En este sentido, señalamos como acciones imprescindibles:
1.
Enterarse de quién maneja el cotarro. Verbigracia, pisparse de quién son los jefazos/jefazas a los que tendremos que aguantar desplantes y reir gracietas al mismo tiempo durante nuestra estancia práctica. Esta tarea no suele entrañar demasiadas compliciones porque a los jefes les encanta mantener una pose de jefe que no deje dudas de su cargo. Además, el becario cuenta con la facilidad de que es el escalón más bajo en cualquier jerarquía por lo que se puede decir que todo ser vivo que te rodee en la oficina es tu superior. Por si acaso,
aquí van unas pistas para conocer el entorno y aficiones de los jefes.
2. El trijoneo incisivo con los compañeros. De todos es sabido que desde que el trabajo es trabajo existen las relaciones entre compañeros. Estas relaciones atienden a diversos fines. Encontramos desde la típica pareja de amiguetes que se conocieron en el trabajo y ahora planean boda, hasta los que simplemente toman juntos por sistema el café de las 10, los que se avisan para salir a calmar el mono con un pitillo... Y, por supuesto, las típicas relaciones de índole amoroso/sexual/extramarital que, francamente, son las que más juego dan en la oficina pero que las dejo para otra ocasión o para Dolce Vita.
Lo importante aquí es conocer las alianzas y conspiraciones judeo masónicas que tienen los unos con otros, los otros con los unos, los todos contra los jefes... De momento el ver-oir-y-callar nos va como anillo al dedo porque el futuro cotilleo con los compañeros exige una fase previa de intenso trabajo de campo e investigación que nos evitará peliagudos malentendidos como poner a caldo al pedante de Administración delante de su idolatrada esposa.
3. Marcar el territorio. No es plan de que el becario vaya dejando rastro cual perro en celo por los rincones de la oficina, pero sí se recomienda crearnos, con sutileza, (que no parezcamos los colonizadores de la nueva América) nuestro propio hueco en el puesto de currelaje. Para ello, contamos con infinidad de estrategias de lo más variopintas. Cada becario recién llegado deberá poner a punto la astucia para crear sus propias maniobras de usurpamiento progresivo. Una de estas medidas preventivas consiste en recalcar insistentemente tu nombre. Repítete hasta la saciedad aún a riesgo de que parezca que tienes más ego que Pedro Ruíz. Ante una pregunta "¿Cómo te llamas, bonita?" "María". O introdúcelo en tus respuestas: "¿Me acercas eso?" "Claro! tú pídemelo sin problemas: María, y yo te lo traigo". En tus historias del café "Y me dice mi madre...María que llegas tarde". María, María, MARÍA!Cómo si fuera una oda al cannabis. Esto es un consejo muy personal que ofrezco (gratuitamente porque soy así de generosa) tras haber tenido que enfrentarme en repetidas ocasiones al vocativo de "moza", "tú", "bonita", "oye", "maja", "morena", y el peor: "jóvena" (aaagggh).
Otro tema es el de delimitación de tu puesto de trabajo. Si bien es cierto que no podemos exigir una oficina de 300 metros cuadrados con vistas al mar, por lo menos debemos tener un sitio donde trabajar/habitar. Un sitito que defender a muerte aunque sea el peor cuchitril en el que la inmundicie sea nuestra compañera fiel. Es MI sitio y punto, donde dejo mi abrigo, mi bolso, mi mala ostia cuando me acuerdo de lo que cobro... Una vez estuve haciendo prácticas dos meses en un sitio donde estaban de obras y por tanto no había un lugar asignado para los tres becarios que estábamos. Por supuesto teníamos que utilizar ordenadores de los compañeros, su sitio...Aquello que en hora punta estaba más concurrido que el mercadillo en domingo parecía una mezcla entre Gran Hermano y el juego de las sillas donde todo el mundo observaba a todo el mundo y en cuanto quedaba un puesto libre había disimuladas carreritas para hacerse con el preciado ordenador.
4. En cuarto y último lugar se recomienda ir aprendiendo las tareas que vamos a desempeñar en la empresa. Alguno me reprochará que este consejo ocupe el cuarto puesto, pero es que este paso no es voluntario: quieras o no quieras te va a tocar pasar por él. Y es que a veces no importa tanto lo que aprendiste en las aulas durante tu calvario (que ahora parece un paraíso) estudiantil como saber cuánto vale un café. Que se lo digan a Zapatero.